Hubo un abuelo amoroso y sabio, que cuidaba a sus dos nietas, el abuelo disfrutaba viendo a sus nietas jugar, coloreando. Sucedió, que una de las nietas rompió la crayola mientras jugaba, y llorando corrió al abuelo buscando su ayuda.
El abuelo puso a la nieta en su regazo, y con amor y respeto, le preguntó ¿qué pasaba? La niña le dijo, ¡la crayola se partió! Y le mostró el pedazo de crayola rota. Entonces, el abuelo le pidió que le regalara una hoja para colorear.
Enseguida el abuelo comenzó a colorear con la crayola rota, mirando a la nieta, le dijo, ¡la crayola rota todavía colorea! La nieta sonrió, le dio un beso en la mejilla, y le dijo, gracias abuelito. La nieta, tomando la crayola rota, volvió feliz con su hermanita para seguir jugando a colorear.
Moraleja: Me hago una pregunta reflexiva, ¿cuántos de nosotros hoy adultos, seguimos en el viaje de la vida, rotos, llorando las heridas del pasado? Lamentándonos, de no haber tenido la experiencia de la niña, de tener una persona a su lado como este abuelo sabio y amoroso, que nos hubiese enseñado que aún rotos y heridos, éramos útiles y valiosos para seguir viviendo.
Cuando un niño es roto emocionalmente, no culpará a sus progenitores de ser malos con él, sino se hará una imagen de sí mismo de niño malo; y con esa imagen distorsionada de sí mismo, se culpará pensando que él merece ser maltratado y abusado como castigo.
Sin tratar de justificar nada ni a nadie, pero hay razones suficientes por las que hay tantos adultos viviendo: rotos, heridos, sufridos, vacíos, depresivos, resentidos, amargados, incrédulos, negativos, desconfiados, inseguros, miedosos, mentirosos, sus relaciones son tóxicas, codependientes, enfermos de amor propio.
¡Pero hay buenas noticias! Hay en la Biblia un ejemplo de vida, muy apropiado y esperanzador para todos nosotros.
Había un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo (roto, víctima de su pasado). Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano?
Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda. Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo. Hay un dato curioso en este milagro; es que el enfermo no buscó, ni pidió ser sanado, sino que Jesús por misericordia, compasión y amor, vino a él para ofrecerle sanidad.
Entonces, ¿cuál es el significado? Pues que Dios nos ama con amor Ágape. Es decir, él ama al pecador y no su pecado. Las buenas nuevas son, que el mismo que sanó al paralítico, hoy te hace el mismo ofrecimiento, y te hace la misma epregunta, ¿quieres ser sano? Si tu respuesta es sí, entonces, has una oración al Padre Celestial en el nombre de Jesús. Por ejemplo:
Padre Dios, lamento mucho haberte ofendido con mi estilo de vida, me arrepiento y te pido perdón en el nombre de tu Hijo Jesucristo. Él en la cruz, llevó todas mis dolencias y enfermedades, y por su sangre he sido limpio de todos mis pecados. Ven a mi vida, te hago mi señor y salvador. Te entrego mi vida, para que apartir de hoy, yo empiece a vivir alineado al diseño original que hiciste de mí, para que tu voluntad en el cielo, sea igualmente en mi vida. ¡Amén!