La mujer sabia edifica su casa, pero la necia con sus manos la derriba. Proverbios 14:1.
Cualquiera, pues, que oye estas palabras y las pone en práctica, lo compararé a un hombre prudente que edificó su casa sobre la roca. Descendió la lluvia, vinieron los ríos, soplaron los vientos y golpearon aquella casa, pero no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que oye estas palabras y no las pone en práctica, lo compararé a un hombre insensato que edificó su casa sobre la arena. Descendió la lluvia, vinieron los ríos, soplaron los vientos y golpearon con ímpetu aquella casa; y cayó, y grande fue su ruina. Mateo 7:24-27.
¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él, porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, es santo. 1 Corintios 3:16-17.
Los símbolos bíblicos mencionados: la mujer, la casa y el templo, hacen referencia a nosotros, que somos la casa de Dios. Vale la pena hacer una introspección para considerar si estamos edificando nuestra casa como sabios (interesados) o como necios (desinteresados).
Nuestro desempeño debe estar enfocado en construir nuestras vidas desde una nueva perspectiva e identidad. La Escritura dice que Dios nos ve como nuevas criaturas, pero nosotros seguimos operando con la vieja naturaleza en lugar de con la nueva. Esta es la razón por la que no vemos los cambios que deseamos.
Por ejemplo, les dijo una parábola: Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo y lo pone en un vestido viejo; pues si lo hace, no solamente rompe el nuevo, sino que el remiendo sacado de él no armoniza con el viejo. Lucas 5:36. ¿Por qué no armoniza? Porque lo viejo ha pasado y solo queda lo nuevo. De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí, todas son hechas nuevas. 2Corintios 5:17. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. Romanos 12:2
Si alguien no sabe cómo comenzar a edificar su vida correctamente, debe pedir ayuda al Espíritu Santo, porque nuestra responsabilidad, compromiso y aprecio comienzan con nosotros mismos; amándonos, cuidándonos, respetándonos, valorándonos, protegiéndonos, considerados, agradecidos y manteniendo activo nuestro dominio propio.
Vivir no es una opción, sino una decisión. Amigo, te reconozco como un buen ser humano. ¡Te aprecio!