Un día, un hombre sentado al borde del camino bajo un árbol, observó cómo la oruga de una crisálida de mariposa, intentaba abrirse paso a través de una pequeña abertura que aparecía en el capullo. El hombre estuvo largo rato contemplando cómo se esforzaba, de repente, parecía que se había detenido y que había llegado al límite de sus fuerzas y no conseguía ir más lejos. Bueno, eso creía él.
Entonces, el hombre decidió ayudar a la mariposa. Tomó un pedazo de rama y con la punta ensanchó el orificio del capullo. Así fue como la mariposa salió fácilmente. Pero su cuerpo estaba emblanquecido, era pequeño y tenía las alas aplastadas.
El hombre continúo observándola, porque esperaba que en cualquier momento, sus alas se abrieran y la mariposa se echaría a volar. Pero nada ocurrió. La mariposa vivió poco y murió. Nunca voló, y las pocas horas que sobrevivió, la pasó arrastrando lastimosamente su cuerpo débil y sus alas encogidas.
Todo esto sucedió, porque el hombre queriendo “ayudar”, ignoraba que el esfuerzo era necesario para abrirse camino a través del capullo. Esa es la manera que Dios ha dispuesto para que la circulación de su cuerpo llegara a alas y estuviera lista para volar una vez hubiera salido.
El ejemplo de la mariposa, visto desde la perspectiva humana, podríamos decir, que cuando se violan los procesos ecológicos de la autoestima, causa trauma en el desarrollo, en el crecimiento y maduración del individuo, tres aspectos necesarios para abrirse paso en la vida.
La vida es un acto de responsabilidad consigo mismo. En el negocio de la vida, cada uno tiene que cuidar su propia vida. Amarla, decidirla, mantenerla y cuidarla de la mejor manera posible. Mi vida es mía, la tuya es la tuya, cada uno es dueño de su propia vida: de sus palabras, de sus pensamientos, de sus sentimientos, de sus acciones, errores y aciertos.
Nadie es fotocopia, ni imitación, ni sustituto de ninguna persona o de algún otro proyecto. No hay ninguna persona igual a otra, cada uno tiene su propio diseño, cada uno es único y exclusivo. Si Dios no nos permitiese vivir obstáculos en la vida, quedaríamos inválidos, y nunca llegaríamos conocer el ser interior que hay en nosotros para maximizar nuestras vidas en toda su plenitud.
Algunas veces le pedimos a Dios fuerzas, y Dios permite dificultades para hacernos fuertes y maduros. Le pedimos sabiduría a Dios, y Dios promueve o permite los problemas para que implementemos sus principios y leyes escritas en la constitución, es decir, la Biblia, fuente de toda sabiduría de Dios. Le pedimos prosperidad a Dios, pero Dios ya nos ha dotado de capacidades, competencias, dones, talentos y recursos para desempeñarnos con éxito en nuestras funciones. Le pedimos a Dios ser fuertes, y Dios permite que tengamos tropiezos y obstáculos para hacernos maduros, capaces y valientes.
Le pedimos a Dios más fe, pero cuando se nos presenta un reto en la vida, entonces, aparece la duda, la inseguridad y los miedos fantasmas. Le pedimos misericordia a Dios, y Dios nos concede oportunidades para ejercer misericordia con otros. ¡Pareciese que no recibimos nada de lo que le pedimos a Dios! Creo que la razón es porque ya tenemos todo lo que necesitamos para vivir la vida como la máxima creación de Dios. Lo que sí necesitamos muchos, es un despertar de nuestra conciencia para poder conectarnos y activar nuestra autoestima, para comenzar a vivir la vida con satisfacción y plenitud.
La próxima vez,que quieras ayudar a alguien creyendo que es lo mejor para esa persona, asegúrate de no estar interrumpiendo su proceso de crecimiento y desarrollo de su autoestima.
Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Tiempo de nacer; tiempo de morir.
Esclesiastés 3:1-2