No tienes que demostrar perfección todo el tiempo: equivocarte es parte del crecer.
No vivas por costumbres, por patrones, o por tradiciones; vive, disfruta y se agradecido.
No ignores tus emociones, porque son parte de tu autoestima: reconócelas, gestiónalas y exprésalas.
No estás obligado a aceptar disculpas vacías ni palabras sin sinceridad.
No tienes que perdonar a quien justifica el daño que hizo sin arrepentimiento verdadero.
No te mantengas en relaciones que drenan tu energía y te desvían de tu propósito.
No insistas en estar presente donde no hay reciprocidad ni respeto.
No digas sí por compromiso ni por miedo a decepcionar: sé coherente contigo mismo.
No compartas tu intimidad valiosa: compártela solo con quienes respetan tu confianza.
Nunca excluyas a Dios de tus decisiones: Él te da sabiduría, inteligencia, dirección, fuerza y paz.
Sostén tu vida con integridad: haz lo correcto, incluso cuando nadie te vea.
Y por encima de todo, nunca dejes de ser tú: auténtico, firme, con amor propio, respeto y propósito.
Y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.
Santiago 4:17