La conducta de un inseguro:
El inseguro es inmaduro emocional, lo que hace que se comporte como niño, piense como niño, hable como niño, viva como niño, y se relacione como niño. No sabe lidiar con sus emociones, y le cuesta mucho trabajo manejar los problemas. Es indeciso y le cuesta tomar decisiones; porque no cree en él, ni tiene confianza en sí mismo, por falta de inteligencia emocional.
El inseguro es cobarde, miedoso, sensible, evasivo, no se arriesga, no se siente capaz, es inestable emocional, es ingenuo, víctima del engaño, desconfiado, posesivo y controlador. Sufre de ansiedad, de estrés, y se enferma con frecuencia.
El inseguro es acomplejado e incrédulo. El inseguro le gusta competir para aparentar que sabe, que puede o que tiene. Vive a la defensiva, juzga, critica, y se enoja con facilidad, es dogmático y extremista. Es codicioso por miedo al futuro, por el fantasma de su pasado, y con frecuencia se deprime.
¿Cuáles son las causas de la inseguridad? Son tres las causas: abandono, rechazo, y comparaciones; su epicentro, en hogares de familias disfuncionales. La comunicación en estas familias limita al niño, metiéndolo en un callejón sin salida, es decir, que lo convierten en codependiente, frágil, débil, miedoso, introvertido, incapaz de asumir los riesgos de la vida; es como si lo hubiesen amputado emocional.
La antítesis del inseguro, son las personas conscientes de su autoestima. Estas personas viven en el aquí y ahora, centrados en el presente; viven la vida con sensatez, compromiso y responsabilidad. Saben lo que quieren, cuándo y dónde. Conocen bien sus límites, sus fortalezas, y sus debilidades, y cuando necesitan ayuda la buscan.
La vida la viven desde otra perspectiva, son efectivos en su desempeño de la vida. Actúan diferente ante las contingencias, saben que hacer, cómo manejar sus recursos y alternativas, en busca de soluciones apropiadas y congruentes. Son conscientes que son una creación trina, es decir: espíritu, alma y cuerpo. La vida la viven en balance, y en armonía con su ser trino.
Tienen confianza y seguridad en sí mismos. Saben que no son perfectos, que pueden equivocarse en cualquier momento; por eso saben pedir disculpas o perdón, para tener sus consciencias libres de juicio y culpa. Su madurez e inteligencia emocional, lo hacen prevalecer ante las adversidades de la vida.
Dan la cara en todo momento ante los problemas, no se esconden, ni evaden; y cuando se comprometen cumplen su palabra. Sus relaciones no son de codependencia, ni asfixiantes, no buscan controlar la vida de nadie, ni pretenden demandarle presencia obsesiva.
El inseguro está lejos de este estilo de vida, cuando aparecen los problemas se frustran, se siente confundidos, se rinden, se paralizan, se quieren morir, se bloquean, no saben si llorar o gritar, se amargan de la impotencia, agreden e insultan a los demás con un lenguaje inapropiado.
La solución para el inseguro pudiera ser: buscar ayuda profesional especializada, incluyendo la espiritual, para tratar los asuntos relacionados con su autoestima, sus vivencias y experiencias de la niñez que le dejaron heridas y traumas emocionales. El inseguro vive el pasado como su presente, lo paradójico es, que niega el presente por estar anclado en el pasado.
El inseguro tiene edad cronológica de adulto, pero vive como un niño en cautiverio, anclado en su pasado sin crecimiento, ni desarrollo en su autoestima. El inseguro sede su derecho y su dignidad, hipotecándose para que lo acepten, lo quieran, lo adopten, y se compadezcan de la pobre víctima, como todo un damnificado.
Y como siempre, no faltarán quienes se sientan responsables, obligados, o culpables desde su proyección; a rescatar y ayudar a “la pobre víctima” haciendo aún más patético el problema del inseguro.
Quítese de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.
Efesios 4:31