Vivir es el objetivo de la vida. Vivir es la verdad de la vida. La vida es para vivirla disfrutando, y no para estar lamentándose o renegando de la mala suerte. La mala suerte o la buena suerte no existen, son pensamientos fabricados, una de las mejores cuartadas del ser humano para justificarse y no responsabilizarse por su vida.
La vida se vive con conciencia para poder disfrutar la belleza de la vida en todas sus facetas, esplendor, en contacto con el placer y el bienestar que nos produce la vida. Esa actitud reflejará buena vida, la cuál será como una lámpara para las relaciones, y las oportunidades que en el camino de la vida se nos presentarán.
Nadie nació para sufrir, aunque el sufrimiento existe, pero no para desvalorizarse o negarse a sí mismo. Todo ser humano tiene derecho de vivir su propia verdad con respeto y dignidad, y poder expresar su verdad con toda libertad. Porque sólo desde su propia verdad cada ser humano diseña la vida que quiere vivir y toma las decisiones que quiere tomar.
Nadie puede vivir la vida ajena, tampoco pensar por nadie, ni hablar por nadie, ni sentir por nadie, ni soñar por nadie; cada uno vive su propia vida conforme a sus propias necesidades, significado y propósito de vida. Parte importante de la vida, es descubrir cuál es mi propia verdad.
La vida consiste en ir recorriendo muchos laberintos de la intimidad, muchos rincones de nuestro acontecer diario, donde encontraremos lo agradable y lo desagradable, lo cotidiano y lo sublime, los aciertos y los fracasos, para encontrarnos con nuestra propia verdad, porque sólo la verdad nos hace libre. La vida y la verdad son las dos caras. Cada persona cultiva su propia verdad.
Cuando soy consciente de mí, puedo enfrentarme a las contingencias y cambios de la vida, donde muchas veces habrá que recomenzar porque en el camino de la vida hay pérdidas y separaciones, pero sin perder el significado ni el propósito de sí mismo, para no desaparecer en las variaciones y la complejidad de la vida.
Para relacionarme, para comunicarme y para decidir, necesito claridad con mi propia verdad, sin olvidar respetar la verdad del otro. Cuando aprecio y valoro mi verdad, todos los procesos del crecimiento fluyen, entonces, esta armonía hará que tenga buena salud, bienestar e interés por la vida.
Cuando por ignorancia o negligencia, dejamos de vivir la vida en su plenitud, atentamos en contra de nuestra autoestima. Si ignoramos la verdad propia para plagiar la verdad ajena como propia; dejamos de ser auténticos, caemos en el vacío, nos enfermamos, y morimos lentamente sin vivir la propia vida.
Muchos mueren antes de la hora, porque hay un tiempo para nacer, y un tiempo para morir. Pero hay muchos que morirán sin haber conocido cuál era su significado, propósito y objetivo de vida. La muerte prematura, reflejan a una persona con una vida superficial y pobre de contacto, es decir, no hay conciencia de la vida, ni hay contacto con la vida.
La vida de los seres humanos está formada para evolucionar naturalmente en forma de espiral, pero cuando por diversas razones del individuo se interrumpe este ciclo; se bloquea el contacto perjudicando el proceso de crecimiento y desarrollo de la autoestima en sus cuatro pilares: quién soy, mi origen, mi propósito y mis relaciones. Ignorar este proceso, es atentar en contra de la vida.
La vida no es una competencia de seres humanos, o una campaña publicitaria para destacar quien es el mejor, es decir, quien tiene más, quien puede más, quien sabe más, quien es mejor hijo, mejor esposo, mejor padre, mejor proveedor, mejor trabajador. No es competir sino vivir; vivir siendo quién soy, con dignidad, honra y respeto.
Vivir vale la pena, la vida es un regalo de Dios, para vivirla, disfrutarla, apreciarla, agradecerla; inténtalo no te arrepentirás. Pídele al Autor de la vida, que te conecte con la vida, para conocerla y vivirla, y comenzarás a vivir los misterios de la vida.
El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.
1 Juan 5:12