Fundación Autoestima

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El Marginal Descalifica Su Contexto

El marginal no se ajusta a un contexto definido. Ni el propio, ni el de pareja, ni el familiar, ni el organizacional, ni social-comunitario, ni espiritual. Su única ley en el fondo es “Yo hago lo me da la gana” o, en su defecto, “Yo nací para sufrir”. No tiene conciencia de su tiempo, como un factor real de su propio desarrollo.

Puede pasar horas en la barra de una cantina, bebiendo, durmiendo, hablando, viendo la televisión, simplemente matando el tiempo. Su vida está determinada por las contingencias. Se sitúa en el pasado o en el futuro más que en el presente. Sueña con ser rico, poderoso, y para ello estructuras como los juego de azar, las loterías, los caballos o apuestas. Esta practica es un elemento que refuerza su no conciencia de querer hacer algo efectivo por sí, para sí.

Su realidad se manifiesta con rituales, y ceremonias recordatorias. Una celebración, de lo que sea, tiene carácter obligatorio porque es así como se relaciona con lo que le rodea y se olvida divirtiéndose. Tampoco tiene conciencia de espacio propio. Fomenta la promiscuidad, el aglomeramiento, la no existencia de límites. Su interacción social es una permanente invasión, violación y usurpación. No respeta lo ajeno, si le provoca lo agarra. La calle es su domicilio.

El marginal tiene patrones de naciste pobre y morirás pobre, de no tengo derechos, hay que resignarse, la vida es así, que se le puede hacer. La resignación es esa forma desvalorizada de manejar la depresión. Son paradigmas por lo general basados en una mitología sobre los ausentes, las separaciones y los duelos frabricados para mantener el contacto. Te sugiero que leas en la Biblia el libro de Romanos 12:2

La experiencia del otro para el marginal, es simplemente una distorsión del sí mismo. Es practicamente proyectiva, auque en los marginales suele haber un cierto grado de involucración con el otro, en los momentos trágicos de la vida: Muerte, accidentes, enfermedades. Son los pocos momentos de su vida, donde se activa en la solidaridad, que tiene que ver con la sobrevivencia en que se encuentra.

Son personas que viven permanentemente enfrentadas al peligro, ellos necesitan convencerse que otros lo necesitan. El marginal, ni reconoce sus propios recursos, ni mucho menos los utiliza. Si vas a la casa de un marginal, te darás cuenta de lo marginal del arreglo, del acomodo, de la distribución, de la decoración. Todo es marginal. Y auque tenga dinero, habrá mal gusto, malas escogencias, cursilería, extravagancia, un reflejo de cómo se siente por dentro.

Los recursos del marginal por lo general permanecen paralizados, por una depresión crónica que se manifiesta, como dije antes, externamente, bajo el manto de una resignación casi mística. Por su puesto, que si no utiliza los recursos internos y externos, tampoco podrá ver ni apreciar las alternativas, la formas diferentes de hacer las cosas más creativamente:

El mismo aburrimiento, la misma rutina, el mismo fastidio, el estar pegado en la televisión, a la computadora, o a la barra o pendiente del incidente de afuera para ir a curiosear. Y si no, hablar acerca del otro, chismear, echar chistes, inventar y confabular acerca de los demás, forma típicas del marginal. La única alternativa del marginal es permanecer donde está, encallado, paralizado, sin mayores aspiraciones.

Si sale de ese hueco, es por “casualidad”, un golpe de suerte, que le permitiría mudarse, cambiarse, con el peligro de volver a la marginalidad y seguir en ella. Los valores no están definidos, son los valores del grupo, de la subcultura. Y la subcultura por lo general se forma con desechos de frustración y resentimientos, una sumatoria de descalificados que buscan encontrar su propio sentido al lado del otro. No es ni fanático, ni incrédulo, es un seguidor, veleta que hoy será comunista, mañana burgués, hoy católico, mañana ateo, hoy le verás en contra, mañana a favor, profesa justicia, pero con él mismo, es injusto y muy mala gente.

De sus valores reniega con facilidad, porque no son suyos. Finalmente, las normas del contexto del marginal deben ser impuestas por las fuerzas, con el látigo, con la violencia. Hay una autoridad de papel: Cuando está presente, se le teme, cuando está ausente, se burla. Todo se racionaliza con el amor y “es por tú bien”. Es muy difícil, casi imposible, desarticular un sistema tan complejo de desvalorización y desestima, a menos, que sea con trabajo propio, profundo y dirigido.

Con la marginalidad, pasa lo que pasa con la enfermedad: Si se quiere dejar de ser marginal es necesario cambiar todo un estilo de vida. Esto implica dolor, separación, porque hay que romper con contactos mal formados o establecerlos de nuevo, reconociendo el Abandono y la Mentira. El marginal tiende a sustituir el dolor por la lástima de sí. “Si tuviera dinero mi vida sería otra”, “nací pobre y moriré pobre”, “nadie se imagina mi desgracia”, “nadie sabe lo que sufro”, “la gente es mala”, “no se que hacer con mi vida”, “siempre le pido a Dios que me ayude”, “está es mi cruz”, “todo me pasa a mi”, etcétera. Te recomiendo que leas, el cuarto evangelio;            Juan 5:1-9,14

Subestimación y Marginalidad

El marginal, en primer término, no tiene conciencia de sus propias necesidades. Se mueve por impulsos. Si tiene hambre, come; no es conciente de su experiencia de ser hambre en ese momento, ni la asume, ni la valora. Otras muchas necesidades quedan simplemente “supuestas”, pero no atendida.

Se limita escasamente a áreas muy restringidas, como necesidades básicas: Hambre, sexo, sed, protección, límite, decir no, decir si. Existen fallas estructurales. Las necesidades no son el centro de su funcionamiento, son eventos que ocurren al margen. Por lo tanto, el individuo no se siente responsable de ellas, sino que hace responsable a lo demás.

Si tiene frió, será alguien que le tendrá que arropar. Si se enferma, el médico me tiene que curar. Si queda desempleado, el gobierno me tiene que mantener. Jamás se le ocurrirá trabajar por más tiempo, es más duro ahorrar, planificar. Las necesidades son apreciativas del “sí mismo”.  El marginal está desposeído de está valoración. Basta contemplar cómo habla, cómo viste, cómo come e interactúa, hasta las palabras que utiliza para comunicarse. Todo un complejo de conductas estructuradas en base a “no tomarse en cuenta a sí mismo”

Tampoco hay toma de riesgo, ni orientación de futuro. El marginal es miedoso, sin alternativas, pusilamí, aferrado a predicción y acomodado. Cree en la quiromancia, la brujería, el sortilejo. No dice ni sí, ni no. Es difícil saber cuando quiere algo. Por lo general no asume el riesgo de ser leal, directo, expresando lo que realmente siente y quiere, y si las cosas salen mal, será el destino, la suerte, el otro, jamás su responsabilidad.

Si toma una decisión, nunca se enfrentara con las consecuencias, sino que se esconderá y se ausentara detrás de la culpa o las explicaciones. A veces se excede y toma riesgos exageradamente, convirtiéndose en temerario, poniendo su vida en serios peligros sin valorarla.
Su expresión de sí, igualmente, responde a esta falta de conciencia. Su tono de voz será imperceptible o gritón. Sus gestos, sus movimientos, vocabulario, todo reflejara desvalorización. Siempre estará presente la violencia y la agresión al otro.

El marginal no posee formas, ni maneras sociales, respuestas adecuadas a cada situación. Reacciona para defenderse, siempre que se sienta atacado. La comunicación típica será por lo general acusando a los demás o simplemente no tomándose en cuenta, jugando en silencio el papel de victima. Tampoco tiene normas internas, proveniente de la conciencia de sus necesidades y procedimientos, diríamos que el marginal precisa que lo ayuden a relacionarse con el mundo externo. El estructura una serie de conductas con las que permanentemente viola los límites propios y ajenos. Se hace daño y hace daño. Responde con servilismo por delante y traición por la espalda, sintiéndose perseguido por todos.

Cada objeto, cada persona, cada circunstancia, le estará recordando su posición de marginal. No hay medida, ni mesura en las cosas que hace: Ni en el comer, ni en el beber. Abusa de sus sentidos, sin respetar los límites naturales de su cuerpo. No posee la virtud de la discrecionalidad.

¿Quién es marginal?

Marginal es el desarraigado, desubicado, el que se impide el crecimiento, el que se niega a ser lo que es, no expresando sus sentimientos y sus necesidades, el que cambia todo por cosas: Objetos de cualquier tipo, para sentirse querido y en contacto. Marginal es el que no acepta límites y se convierte en un invasor de los demás.

Marginal es el que responde con violencia inmediata y desconoce las necesidades de otros y el que utiliza al otro como recursos, ignorando los propios. El que vive de la contingecialidad, sin concentrarse en su aquí y ahora, vive de tal vez, del quizás, del de repente, del por si acaso, de a lo mejor, o ya veremos. El marginal vive del accidente inesperado, de las inclemencias del tiempo, de las enfermedades hereditarias, de la traición del amigo y de los prejuicios sociales. Vive deprisa y en confusión, sin CONTACTO. Predica la revolución, auque jamás se haya sometido a la suya propia.

En el fondo, la diferencia entre un delincuente y un marginal pudiera ser cuestión de estrategias y métodos. Ambos son marginales desvalorizados, incrédulos de sí mismo, expresando su desvalorización con diferentes sintaxis. Los dos desde el mismo vació y la misma insatisfacción y soledad. La marginalidad está en la persona que niega y destruye la energía de su autoestima. Marginalidad, insisto, no es únicamente una clasificación socio-económica, ni cultural, ni social, ni geográfica, ni siquiera política; es por encima de mentiras apoyada por un sistema al cual le interesa que existan los marginales.

Es definitivamente, la conducta de la no Expresión, de la no Experiencia, de la no Conciencia, la enfermedad de las sociedades. Grecia y Roma fueron culturas grandiosas y se convirtieron en pueblos marginales cuando sus gobernantes se hicieron marginales. Hoy día tenemos una serie de etiquetas para diferenciar pueblos, auque no es más que una descalificación a veces requerida por los mismos intérpretes. “El tercer mundo” “pueblos subdesarrollados” son expresiones de la marginalidad.

Se mantendrán así hasta que esas misma sociedades, expresándose a través de de formas más efectivas de liderazgo y responsabilidad por el bienestar de todos. No podemos negar que hay pueblos hambrientos, pobres, con escasos recursos. La historia ha demostrado, sin embargo, que cuando existe la voluntad creadora, hasta los desiertos se convierten en oasis y fuentes de trabajos.

Hemos visto surgir naciones que han transformado su geografía, porque tienen como pueblo una conciencia de grandeza y un destino, producto también de tomas de conciencia. Hay otros sin embargo, que pasaran de pueblos ricos en recursos de a pueblos empobrecidos, por la absoluta falta de conciencia como pueblo. Hay factores en el comportamiento individual y social que van más allá de lo económico y externo.

Si vivo en una casa de cartón y hojalata es porque he decidido vivir así. Si a mi lado hay basura, desperdicio, aguas negras, chatarra, violencia, es porque he decidido vivir ahí. Hay dediciones para la comodidad y hay dediciones para la vida. Las dos cosas son incompatibles. Si decido no trabajar, es obviamente una decisión mía. No puedo justificar mi lamento de que no tengo qué comer. Ni siquiera la enfermedad es justificable. Que me lo den o hagan todo, es una renuncia hacer algo por mí mismo. Reconocemos que la arteriosclerosis de la mayoría de los seres humanos es tan grande, que si por ellos fuese, este mundo se caería a pedazo en cinco minutos. Jamás saldrá de su propio caos.

Vivirán marginales y morirán con inefectividad. Racionalizarán su capacidad con los “no tengo”, “no puedo”, “no se”, y “no debo”, pero en el fondo será siempre un “no quiero hacer algo por mí mismo”. El día que yo eche andar, ese día el mundo entero se moverá para mí. Habrá comenzado la revolución verdadera, la del hombre para el hombre. Es imposible vivir de prestado o mantenido por los ideales de otros. La vida es una empresa única y personal. Mi vida la hago yo, la sufro yo, y la gozo yo. Después vendrá el compartirla.

Afortunadamente, miles de personas dicen a diario adiós a la marginalidad: Se despiden, se separan, emigran, se transforman, mueren. Naciones enteras se han formado con millones de personas dirigidas por una conciencia determinada a ser una fuerza interna que les impide pactar con lo externo y busca superarse y reorientar sus vidas.

El haber nacido pobre, sin recursos, abandonado, huérfano o desamparado, no es una excusa aceptable en un mundo donde la gran característica del estar vivo, es hacerse así mismo. Cuando hablamos de marginalidad, nos estamos refiriendo a una totalidad sin concluir, con muchas situaciones de atrás abiertas. El sistema de la autoestima del individuo, queda desintegrado cuando faltan algunos de los siguientes elementos.

* El sí mismo.

* El contexto individual.

* El entorno mismo, lo de afuera, lo no experimentado.

Los científicos y los estudiosos del problema insisten en que son factores económicos, sociales, culturales, y hasta geográficos, los que configuran este comportamiento. Yo quiero insistir: En todo marginal hay una disposición y una actitud hacia el ser marginal. Existe una respuesta no integrada en estos tres pasos. Cuando el individuo logra hacerlo, encuentra que hay caminos hacia la realización propia, la liberación y la exaltación.

¿Qué es la Marginalidad?

Marginalidad, es en toda la extensión el problema, una definición del sí mismo, una carencia de contexto y una ausencia de adjetivos personales. Es un problema de autoestima estructural. Tener la decisión de sentir, pensar y actuar marginalmente, no es debido a que alguien o me quiera. Yo mismo me coloco en una posición de desventaja. No existe el poderoso que me destruya o levante, ni el salvador que me socorra contra un agente extraño. Existo yo, polarmente dividido, entre dos fuerzas más: Poder-debilidad; agresividad-pasividad; interno-externo; quien he dejado de ser responsablemente de mi propia experiencia.

Marginalidad es la renuncia a hacer uno mismo, a quererse, a utilizar su creatividad para encontrar nuevas alternativas. Marginalidad no es precisamente pobreza, es más bien carencia, desarraigo, desubicacion, y amarga resignación. La marginalidad es una decisión de la persona a ponerse a un lado, hombre-mujer, rico-pobre, intelectual-analfabeta, sin responsabilizarse con el hecho de su vida y su energía para llegar a donde quiere llegar. El marginal está a merced de lo externo, de los sucesos, de la ideología, de la política, de los movimientos, de las situaciones, de los accidentes, de los de repente y los quizás. Los fenómenos de la naturaleza convierten al marginal en damnificado, los factores socioeconómicos en proletario   y las revoluciones en rebelde o delincuente.

Y siempre en las democracias saldrá un gobierno de turno, populista y maternalista, que busque aprovechar al marginal para convertirlo en un parásito del sistema un eterno adulador, dependiente e hipotecado. El que tiene sin tener, ahora tendrá menos porque le quitarán la honra, la libertad de expresarse y de usar alternativas y el que hace de papa postizo, seguirá predicando tercamente que los males de nuestra sociedad se remedian si le quita al que tiene, para darle al que no tiene.  La política y la forma de practicarla, también tiene que ver con la autoestima. Todo lo que concierne a manipulación a la manipulación del poder es problema de autoestima.

El hecho que en el desarrollo político de una nación existan tantas personas mediocres, ostentando y buscando un poder que no les pertenece, disfrutando de bienes que no son suyos y teorizando sobre la vida de los pueblos, desde su propia ignorancia, es cuestión de autoestima. De unos porque los dejamos existir y hacer daño a sus anchas en un sistema de democracia blandengue y permisiva, de otros que quieren vivir aprovechándose a “ganancias de pescador”

La frase “los pueblos tienen los gobiernos que se merecen” es valida cuando hablamos de autoestima. La democracia es la máxima expresión de la persona, de la autoestima de cada ciudadano en contexto social, donde cada quien se responsabiliza de sí, de su dignidad, de sus decisiones, de sus acciones.  Cuando falta autoestima como base de sustentación, la democracia como forma y estilo se convierte en una mentira cómoda y en una manipulación torpe del ser humano, las peor de las tiranías: La de los mediocres.

Las tribus primitivas, incluyendo las salvajes, poseían gran sentido de identificación como pueblos. El elemento autoestima era importante. La identidad de ese pueblo no era solamente el acerbo de proezas y hazañas del pasado, sino la conciencia de cada individuo ubicado y arraigado en el conjunto total, sinergéticamente. Parte de nuestra ineficiencia de resolver problemas, está en los planteamientos extraños de alguien, necesariamente, tiene que ser superior, tecnológicamente más avanzad, económicamente más desarrollado y bélicamente más armado, sin tomar mucho en cuenta todo lo que se está viviendo y arriesgando.

Robert Park acuño el término “marginal” para designar lo que Simmel más tarde llamaría “el extranjero”. “Aquél a quien el destino ha condenado a vivir en dos sociedades, en dos partes, no solamente diferentes, sino antagónicas”. Y lo que Ruster explico en detalle: Marginal, es uno que vive en dos culturas incompatibles o conflictivas y que participa en alguna manera de ambas e incorpora dentro de sí mismo, muchas ideas, actitudes y hábitos divergentes. Uno qué excluido de la participación completa en la cultura, pero que no ha adquirido es status de extranjero.

Se habla de marginalidad económica, educativa, cultural, social, y hasta ecológica. Marginal, en general, es el que esta al márgen, no entra se queda afuera, no queda incluído. Está limitado por los límites de la propiedad, de los valores, de la costumbres, de la geografía misma. Es el hombre que esta en la ciudad, sin vivir en ella. Está atrapado en dos culturas, sin pertenecer a ninguna de ellas.

Marginal podría ser el judío o el puertorriqueño en New York o el chileno en Los Angeles o el cubano en Miami o el argentino en Paris o el palestino en Jerusalén. Los campesinos son marginales, cuando abandonan sus propias tierras y se arriman a barrios empobrecidos, en grandes ciudades. Marginales son grupos minoritarios, las mujeres en una sociedad machista o los negros prejuiciados racialmente. Hombres insignes, destacados en todas la áreas del saber y hacer, vivieron como marginales.

George Bernard Shaw nació en una familia protestante en Irlanda y fue marginal en Londres. Freud era judío, pero nació en una comunidad calvinista y termino igualmente marginal en Londres. Marx, Sara Bernhardt, Mme, Curie, Napoleón, Churchill y muchos personajes hoy famosos nacieron de familias marginales en un sentido geográfico o económico talvez, pero se libraron de otras formas de marginalidad. Sesenta millones de europeo se convirtieron en marginales al traspasar el Atlántico y establecerse en América.

Nosotros en un sentido general directa o indirectamente abarcamos todas las formas posibles de marginalidad. Nos quedamos en lo etimológico: Marginal es el que está “al margen” y permanece allí. Marginalidad no se identifica necesariamente con la pobreza, ni nace históricamente de ella, marginalidad como status, como profesión como posición existencial, multidimensional y orgánica.

La marginalidad, como status y profesión, conlleva carencia de “sí mismo”, negación de su propia existencia, no conciencia, no contacto con sus necesidades y falta de un proyecto personal. El marginal vive en la desvalorización, cultiva la pasividad y le rinde culto a la dependencia, a la amargura y a la resignación. El marginal vive fuera de su “contexto propio”, individual, familiar social y espiritual. La marginalidad se consigna y reproduce no sólo en cerros y laderas, tugurios y casas de cartón, sino en casas de lujos y mansiones de adinerados. El nuevo requisito por ejemplo, es una forma de marginalidad.

Muchos afluentes, distinguidos, condecorados, y favorecidos con bienes de fortunas son marginales. Personas con poder, con sabiduría de libros, pociones de autoridad, son marginales. Muchos matrimonios, muchos padres y muchos hijos lo son. Todos ellos se asientan en el status, en el rol, en el poder o en la conveniencia como forma de ser importantes y son devorados por sus propias incongruencias. Hay marginales metidos a políticos. Los hay en el ejercicio de profesiones. Con actitudes suficientes de rechazo y maltrato hacia los demás.

Hay marginalidad en el médico que maltrata, ofende y comercia, en el abogado que cambia las verdades y la justicia, en el sacerdote que se violenta y condena, también la hay en el maestro que ofende, descalifica y no enseña. Lo es también el religioso, moralista y prejuicioso. Todos estos son disfraces de una inferioridad, desvalorización y baja autoestima.

¿Quién Soy Yo ?

Está fue la pregunta de Moisés a Dios, cuando Dios le encomendó liderizar la emancipación de su pueblo Israel. Hoy, a pesar de tener más acceso que nunca a la informática, a la tecnología, a la bioquímica, a la medicina, a la física y a lo científico, el “quién soy” para muchos, es una pregunta sin respuesta. Moisés le pregunta a Dios: Si ellos me preguntasen: ¿Cuál es tu nombre?, ¿qué le responderé? Y respondió Dios a Moisés desde la zarza ardiente: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: A si dirás al los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros. Es exactamente, el tema que quiero desarrollar, autoestima: “Yo soy, el que soy”. ¡Acaso tú podrías responder a esa pregunta!

Cuátas páginas se habrán escrito en todas las leguas, cuántas teorías, esquemas, modelos, dogmas, para responder a esta pregunta ingenua en apariencia: ¿quién soy yo? Los matemáticos al comienzo y después los filósofos y mas recientemente los físicos, han elaborado teorías y modelos del hombre, sin poder en forma apodíctica, descubrir el significado de éste en el planeta. Los líderes espirituales propusieron doctrinas y teologías fundamentales de salvación y condenación para afirmar la trascendentalidad y el sentido imperecedero del hombre.

Los psicólogos y psiquiatras y otros muchos profesionales del hombre han intervenido tratando de analizarlo, entenderlo, explicarlo. La razón de toda de toda esta aventura es darnos una respuesta definitiva a la pregunta inicial de ¿quién soy yo? Kierkegaard resaltó esta búsqueda y después lo siguieron, entre otros, Freud, Jung, Allport, Maslow, Rogers, Perls, Frankl. Erick Fromm hablo de la “paradoja del hombre” coincidiendo con Kierkegaard.

No se debe pensar despreciativamente sobre la paradoja. La paradoja es fuente de la pasión del pensador y el pensador sin paradoja, es como el amante sin sentimiento, una vil mediocridad. Kierkegaard.

Nuestra búsqueda del hombre no tendría sentido sin comenzar a entender la paradoja. Ernest Bencker en su libro The Denial of Death lo expresa así:
Esta es la paradoja: el hombre está fuera de la naturaleza y desesperadamente en ella, él es dual, arriba en las estrellas y albergado en un cuerpo que respira con un corazón que late y que tiempo atrás perteneció a algún pez y que aun porta las agallas para probarlo. Su cuerpo es un envoltorio material de carne, ajeno a él en muchas maneras, siendo la forma más extraña y más repúgnate el hecho que duele y sangra y eventualmente se destruirá y morirá. El hombre está literalmente partido en dos: Tiene conciencia de su propia espléndida unidad, ya que sobresale en la naturaleza con una majestad importante y sin embargo, vuelve a la tierra a unos pocos pasos, para siega y torpemente descomponerse y desaparecer para siempre. Esta en este dilema y tener que vivir con el, es aterrador. Backer, 1973,26

Escasamente nuestro mundo occidental, donde todo se lleva razonamientos y palabras, análisis y formulas, apenas si hemos a mirar al hombre mismo, teniendo en cuenta lo que escribe Rainer María Rike:
No busques por el momento respuestas que pueden ser formuladas porque carecería usted de la capacidad en el instante, de ponerlas en prácticas, de “vivirlas”. Y precisamente, se trata de vivir todo. No viva por el momento sino sus propias preguntas. Pudiera ser, sólo con vivirlas, que usted terminará por llegar un día, casi sin darse cuenta, hasta las respuestas. Rike, 1982,30

Parafraseando a Kierkegaard, Carl Rogers: “Yo soy la persona que realmente soy… yo soy mi propia experiencia. Frederick Perls, el psiquiatra berlina: “Yo soy y tú eres tú. No estoy en este mundo para vivir según tus expectativas, ni tu estás para vivir según la mías”. Y Gertrude Stein: “Una rosa es una rosa”, lo único que se puede decir de un ser vivo, yo soy, el que soy. La misma afirmación del Señor, a Moisés, en la zarza.

En una ocasión solemne, le preguntaron a un sabio chino: “¿Cómo podré señor, escaparme del fuego del sufrimiento?” Y el sabio miró a su interlocutor y le respondió: “Metiéndote en el fuego del sufrimiento” a lo que el hombre respondió, ya lo sabía maestro. La única forma de salir es entrando. La única forma de vivir es viviendo. Esto es obvio y paradójico. Lo obvio es lo que somos. Lo paradójico es querer evadir una experiencia que vivimos, sentimos y sufrimos. Es no querernos meter en ella, ni asumirla, ni responsabilizarnos de ella y no querer correr con las consecuencias.

Meterse hasta el centro mismo del dolor, de la rabia o el miedo y ponerse en contacto con la experiencia misma, es el único camino para llegar a obtener respuestas. En el ahora, vivir, respirar, comer, dormir, sentir, doler, padecer, gozar, tocar, ver, amar, llorar, sin escape de lo racional que racionaliza, nominaliza, teoriza y distorsiona la experiencia concreta. Metiéndome en mi dolor, llegaré a mi centro, a mi energía, a mi fuerza y congruencia y paz interna. Metiéndome en mi rabia llegaré a mi fuerza creativa, la que busca y encuentra alternativas y maneras de crear soluciones.

Metiéndome en mi miedo, llegaré a mi valor y coraje para vivir. Vivir es la experiencia de estar vivo, de meterme en la vida, céntrame en ellas. Un conocimiento” especial en mi propio significado y una manera de sentir mi propia identidad en el aquí y ahora. Mi experiencia es estar conciente de que soy en cada instante.

Cada quien tiene su propio libro que escribir, centrado en su propia experiencia: Siendo tensión y siendo dolor de cabeza y siendo fastidio y siendo confusión y siendo lo que es, en el aquí y ahora. “¿Quién soy yo?” “Lo que soy en este preciso momento: Mi experiencia, la mía propia”. El hombre, es la persona misma, su sí mismo, su experiencia completa. Los esquimales dicen que el hombre se compone de tres partes: Su cuerpo, su alma y su cuerpo. Estoy muy de acuerdo con esa afirmación, Dios fue quien primero lo dijo:
Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. 1Tesalonisenses 5:23

Autoestima es hoy una palabra importante. En la relación familiar, sabemos que es importante el amor, el afecto, el respeto, el reconocimiento y la valoración por parte de todos los miembros de la familia. Y el cómo se siente cada uno dentro de su hogar, es mucho de cómo se ha estructurado la autoestima de la casa. En la escuela se habla de autoestima.

Se le ayuda al niño, al menos en teoría, creer en sí y valorarse. Y se dice que el rendimiento está más en función de la autoestima que en función del mobiliario, personalidad del maestro, metodología del aprendizaje o filosofía de la educación. Aquello de “la letra con sangre entra”, ha cedido ante la evidencia de que cuando el niño se siente valorado, reconocido y apreciado, su apertura y disposición para aprender es considerablemente mayor.

En la pareja se piensa que la relación y en la escogencia misma de una pareja va de acuerdo con la propia autoestima y valoración de sí mismo. El desenvolvimiento de la relación, el manejo de la cotidianidad, de los conflictos y demás situaciones, depende del grado de autoestima. Una pareja con autoestima alta tiene una forma diferente de cómo relacionarse con clara conciencia de sus necesidades, discriminando éstas de expectativas y necesidades ajenas que hacen de la relación una fuente interminable de frustración y resentimiento.

Con autoestima, se puede ver al otro como se ve lo diferente, sin tratar de hacerlo igual. Se puede establecer contactos efectivos, sin manipulación ni utilizar al otro para conseguir, engañosamente, lo que se quiere. Vivir centrado en sí, no centrado en el otro, auque tomando en cuenta al otro como parte del contexto, es usar la creatividad para negociar y llegar acuerdos; donde cada quien sea su “sí mismo” propio, evitando las incongruencias y el malgasto de energía y de la vida entera, en la absurda tarea de que los demás sean como yo.

Si me autoestimo, me valoro y quiero, asumo riesgos, soy efectivo en la comunicación, creando y manteniendo relaciones con otros, estableciendo límites y procedimientos que me permiten contacto efectivo y permanente. Si queremos ir aún más lejos, podemos adentrarnos en lo existente a nuestro alrededor y reflexionar sobre ese fenómeno de discriminación y prejuicio social que llamamos marginalidad. La vemos, la sufrimos, sin saber exactamente que hacer. Existe entre los pobres y los afluentes, entre los ignorantes y los letrados.

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